México: vacío de poder

Integrantes de grupos de autodefensa durante enfrentamientos con comandos armados en la población de Nueva Italia en el estado mexicano de Michoacán. Los ataques se vienen registrando desde el sábado.

Integrantes de grupos de autodefensa durante enfrentamientos con comandos armados en la población de Nueva Italia en el estado mexicano de Michoacán. Los ataques se vienen registrando desde el sábado. Crédito: EFE

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La proliferación de los grupos de autodefensa, especialmente en los estados de Michoacán y Guerrero, representa más que un dolor de cabeza para el Presidente Enrique Peña Nieto. Se ha convertido en uno de los mayores retos que enfrenta su gobierno porque ha dejado al descubierto no sólo el fracaso de su política para enfrentar al crimen organizado sino su incapacidad para tratar con los guardias comunitarios y convencerlos de deponer las armas.

Aunque el gobierno federal insiste en que los operativos que ha implementado evitarán que los civiles armados se propaguen por todo el país, la realidad muestra todo lo contrario. Día tras día esos grupos avanzan y conquistan nuevos territorios.

Tan sólo este fin de semana, una de las principales noticias sobre México fue el tiroteo que tuvo lugar en el poblado michoacano de Nueva Italia, donde cientos de miembros de las autodefensas atacaron a miembros de la agrupación criminal de los Caballeros Templarios, que son quienes tienen dominada esa región.

Los enfrentamientos entre los grupos de autodefensa y los supuestos criminales comenzaron en Michoacán desde hace casi un año. Pese a que el gobierno de Peña Nieto ha enviado a miles de soldados a ese estado para tratar de restablecer el orden y la paz social, la violencia se ha agravado.

El gobierno parece haber entrado a un callejón sin salida.

Por una parte, declara que las autodefensas actúan al margen de la ley porque portan armas que son de uso exclusivo del ejército y no pueden sustituir a las fuerzas del orden.

Pero por otro lado, no puede negar que su existencia obedece al legítimo deseo de los pobladores del área a defenderse de la extorsión, los abusos, secuestros y asesinatos que cometen de manera sistemática los grupos criminales sin que ninguna autoridad les ponga un alto.

Por esta razón, no puede desarmar de manera abrupta a las autodefensas; hacerlo equivale a dejar a la población totalmente a merced de la delincuencia organizada.

La situación se ha complicado porque en las últimas semanas han empezado a circular rumores de que integrantes del cártel Nueva Generación, que es rival de los Caballeros Templarios, se han infiltrado entre los guardias comunitarios.

Cierto o no, la realidad es que el principal responsable de la aparición de estos grupos y de su multiplicación es el gobierno federal. Éste, a todas luces, ha fallado en lo que debería ser una de sus tareas esenciales: ofrecerle a sus gobernados la protección necesaria para vivir en paz y detener a quienes violentan el orden y el estado de derecho.

Lo más preocupante es que, pese a la crisis que vive México, el gobierno de Peña Nieto no reacciona.

Insiste en continuar con la estrategia fallida de combatir a la delincuencia organizada sólo mediante el envío de efectivos militares, pero olvida atacar las causas de fondo del problema: la corrupción en todas las esferas del gobierno y de las fuerzas del orden, así como la falta de oportunidades educativas y laborales.

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