Ni gatas ni zorras
A veces se nos olvida que el acoso sexual, cultural, laboral y psicológico también son formas de violencia contra la mujer
Una investigación de la Universidad de Chile revela que los niveles de violencia de género que muestran algunas canciones de reguetón no parecen disminuir en el tiempo. Se refiere a la agresividad contra las mujeres, sobre todo cuando se les trata como “gatas, perras, zorras o cualquier otro animal”. El estudio asegura que se intenta controlarlas, amansarlas, como si fueran de su propiedad, lo cual es “violencia psicológica”.
La próxima semana se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Es importante resaltar que estas fechas especiales las asociamos directamente con un tipo de violencia que se limita a lo físico.
Pero, a veces, se nos olvida que el acoso sexual, cultural, laboral y psicológico también son formas de violencia contra la mujer. Según informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), uno de los más grandes retos regionales es la falta de estadísticas. Usualmente, las víctimas de este tipo de acoso se mantienen en silencio por vergüenza, por falta de acompañamiento y protección jurídica, e incluso por sentirse culpables y temerosas ante el victimario.
Según datos registrados en Chile, el 15% de las víctimas cree saber defenderse, el 6,3% admite no pedir ayuda por sentirse avergonzadas, mientras que el 32% no sabe a dónde acudir.
Todos los seres humanos tenemos derecho a una vida plena y autónoma, sin ningún tipo de presión que nos lleve a hacer algo que no queramos. Me gusta recordar que, probablemente, muchas personas violentas fueron criadas por otras que fallaron en transmitirle amor y cariño, además de una forma sana de gestionar las emociones.
Expresiones como “si ese niño te molesta, es porque le gustas”, deberían ser eliminadas del vocabulario de crianza, y no inculcar a las niñas que violencia o acoso es sinónimo de amor.
Ya de grandes, a veces normalizamos la violencia con expresiones como “malos ojos son cariño” o “del odio al amor hay un paso”. De esta forma, instalamos creencias que mañana se pueden transformar en materia prima para el acoso y el abuso. Y también normalizamos las letras machistas de algunas canciones.
Pero el problema de fondo va mucho más allá. Entre las políticas de prevención contra la violencia hacia la mujer sigue estando pendiente, por parte del mundo corporativo y gubernamental, una adecuada equidad en la remuneración por el mismo trabajo y con las mismas responsabilidades.
Mientras tanto, reflexionemos en nuestro metro cuadrado sobre cómo los comentarios pueden ser gasolina para un futuro acoso que nadie merece ni desea. En la plenitud del ser, la violencia (de cualquier tipo) deja moretones en el alma.
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