Columna de Ismael Cala: Cuando la naturaleza nos sacude y el corazón responde 

Cada gota de agua que cayó sin descanso en Valencia es un desafío para que mostremos nuestra capacidad de apoyar

Solo en Valencia se reportó la muerte de 155 personas.

Los desastres naturales nos enfrentan a una verdad fundamental: somos pequeños frente a las fuerzas de la naturaleza. Crédito: Alberto Saiz | AP

La naturaleza tiene formas impredecibles y a veces trágicas de recordarnos nuestra vulnerabilidad. Hace apenas unos días, la riada de San Narciso, una devastadora DANA (depresión aislada en niveles altos) que comenzó el 29 de octubre en España, nos mostró el poder implacable de los elementos al causar desbordamientos, inundaciones relámpago y pérdidas materiales en la región de Valencia.

Las lluvias torrenciales, que alcanzaron casi 500 L/m², dejaron a su paso una cifra provisional de 217 personas fallecidas y una destrucción que nos duele profundamente. En estos momentos, las palabras se quedan cortas para expresar el impacto que este desastre natural ha dejado en la vida de tantas familias.

Sin embargo, en el dolor de las catástrofes, emerge también un valor que nos define como seres humanos: la solidaridad. Ante situaciones de esta magnitud, cuando la tierra y el agua desbordan y nos enfrentamos a la pérdida y la incertidumbre, surgen gestos de compasión y entrega que nos muestran lo mejor de nuestra humanidad. La ayuda voluntaria, los rescatistas y los vecinos que han extendido la mano sin pensar en otra cosa que en aliviar el dolor de quien lo necesita, son ejemplos vivos de cómo los valores humanos florecen incluso en las peores crisis.

Los desastres naturales nos enfrentan a una verdad fundamental: somos pequeños frente a las fuerzas de la naturaleza. No tenemos control sobre las tormentas, pero sí sobre nuestras respuestas. Nuestra humanidad trasciende banderas, partidos e ideologías. Las tragedias no discriminan; afectan a todos sin importar sus creencias, sus antecedentes o sus posiciones. Hoy, más que nunca, debemos dejar de lado las divisiones políticas y enfocarnos en lo que somos en esencia: seres humanos.

Cada gota de agua que cayó sin descanso en Valencia y en otras zonas de España se ha transformado en un desafío para que mostremos nuestra capacidad de apoyar. Es en la mano tendida, en la mirada que consuela y en los recursos compartidos donde se revela nuestra verdadera grandeza. Que este sea el momento para profundizar en nuestra empatía y para activar la ayuda de manera incondicional. Más allá de las diferencias, es nuestra base humana la que debe guiarnos.

A veces, cuando la naturaleza nos quita, es cuando más debemos recordar lo que significa estar juntos en la vida.

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