Mujeres se imponen en pandillas latinas en NY
Han ganado poder en los grupos más conocidos de nuestra área, pero no dejan de ser violentadas por sus pares varones, según activistas y catedráticos
A los 13 años, Berenice Medel no jugaba con muñecas sino con armas de fuego en las calles de El Bronx. Ser novia de un pandillero no la libró del salvaje rito de iniciación. Estaba obligada a demostrar que merecía ser parte de Los Traviesos, una pandilla mexicana del Alto Manhattan.
Era cuestión de respeto y de conseguir cierto grado de poder como la única mujer de la ‘clica’, conformada por más de una treintena de varones, todos estudiantes de la escuela Salome Ureña. Berenice, de raíces mexicanas, permitió ser ‘brincada’ (golpeada brutalmente) por un minuto, el más largo y doloroso de su vida.
Sufrió laceraciones y sangró profusamente, pero su resistencia no solo le valió la aceptación de sus pares, sino también el control del subgrupo de mujeres miembros de la misma pandilla. Además, con el correr del tiempo, también se adjudicó la voz mandante en ciertas ‘misiones’.
“No era únicamente la novia de un pandillero. Tenía identidad propia dentro de la pandilla, tomaba decisiones, era escuchada”, comentó Berenice, quien se reformó hace cinco años gracias a la guía de la iglesia Misión Cristiana El Calvario, en El Bronx. “Había pocas mujeres en la pandilla porque no las dejaban entrar. Las mujeres podemos ser extremadamente territoriales en un ambiente como este”.
Berenice, ahora de 26 años, explicó que los varones de la pandilla podían ser fácilmente seducidos con un poco de alcohol y droga, pero las mujeres eran más exigentes y duras con los nuevos miembros, especialmente si se trataba de otras integrantes.
“Ni siquiera mi prima entró tan fácilmente a la pandilla”, comentó. “Echábamos a las novias de los pandilleros, nos temían. No queríamos infiltrados de otras pandillas o problemas con la Policía. Los hombres nos dejaron el control de quién entraba y quién salía”.
La joven, ahora convertida en una líder de su comunidad religiosa, dijo que, contrario a los mitos entorno a la ‘vida loca’, las pandilleras no tuvieron que arrebatar el poder con violencia, sino pensar cómo adquirirlo naturalmente. Los varones delegaron el mandato creyendo que era su decisión, cuando en realidad ellas implementaron estrategias para ganarlo.
Sin embargo, en las peleas y plomazos (tiroteos) contra pandillas rivales, el género es lo de menos, lo que importa es la sobrevivencia, dijo Berenice, quien también perteneció a la pandilla 205, un subgrupo de la Gran Familia Mexicana que opera en Manhattan y partes de El Bronx.
“No vestíamos los colores de la pandilla, no teníamos tatuajes visibles, ni caminábamos con cierto estilo. Más bien usábamos ropa formal para burlar a la Policía o infíltranos en fiestas de pandillas rivales”, dijo la joven acerca del mito de cómo luce una pandillera.
Berenice, a través de la iglesia Misión Cristiana El Calvario, se ha convertido en una voz de esperanza para las jóvenes que desean recuperar sus vidas.
Pandilleras y su pugna por el poder
En 2012, el rol de las pandilleras cobró visibilidad en la ciudad de Nueva York luego de que la Policía arrestara en El Bronx a más de 40 miembros de la pandilla dominicana Trinitarios, incluyendo mujeres del subgrupo ‘Bad Barbies’. La Uniformada no reveló si el subgrupo continúa activo.
La escasa investigación académica en torno a las pandilleras y su pugna por el poder llevó a la doctora Dana Paterson, profesora asociada de Justicia Penal de la Universidad de Albany, a indagar en el submundo de estos grupos callejeros.
Paterson, co-autora de investigaciones como ‘Gender, Sexuality, and Gangs: Re-envisioning Diversity’, explicó que las mujeres jóvenes expresan razones similares a las de los varones al unirse a una pandilla, como protección, pertenencia y estatus, entre otros. Sin embargo, también han experimentado violencia de género en sus hogares, escuelas y barrios, lo que las lleva a enfrentar abuso sexual, hostigamiento y/o agresión dentro de la pandilla.
“Las mujeres jóvenes tienden a dejar las pandillas antes que los hombres; sin embargo, hay mujeres adultas que se encuentran en pandillas”, comentó la investigadora.
Paterson precisó que los estudios disponibles no revelan información específica de cómo se estructura una pandilla y el liderazgo de las mujeres en éstas, aunque algunos reportes académicos indican que el mandato se define en parte a tradiciones culturales que rodean los roles de género.
“En pandillas mexicanas o puertorriqueñas, las investigaciones sugieren que hay variaciones dependiendo de aspectos como las relaciones de una joven dentro de la pandilla, por ejemplo, si tiene hermanos u otros familiares, o un novio con estatus, además de su método de ingreso a la pandilla (…)”, comentó Paterson.
La académica comentó que las mujeres generalmente son un subgrupo de las pandillas de mayoría varonil, pero también existen pandillas mixtas. Paterson precisó que las pandillas exclusivas de mujeres son raras, aunque las afroamericanas tienden a integrar este tipo de grupos.
De dominadas a dominantes
En 2012, un exmiembro de la pandilla mexicana Escuadrón-Los Panchitos, de Brooklyn, reveló a El Diario cómo las mujeres que buscaban integrarse al grupo eran obligadas a tener sexo con los miembros, o eran prostituidas para así obtener dinero para la compra de droga y armas.
Sin embargo, ese rol pasivo y sexual de las pandilleras, común en la década de 1990, comenzó a cambiar en los primeros años del 2000, explicó Sergio Argueta, fundador de la organización S.T.R.O.N.G. Youth, que provee servicios a expandilleros de Long Island.
Argueta dijo que actualmente las mujeres optan por ser ‘brincadas’, para ganarse el respeto de la pandilla.
En muchas pandillas el respeto es mínimo cuando la aspirante a integrarse accede a tener sexo con los miembros. Una joven que resiste la golpiza de iniciación es aceptada y tiene más posibilidad de obtener cierto coto de poder dentro del grupo”, dijo Argueta. “Contrario a lo que se cree, las pandillas ya no tienen líderes. No se autoproclaman cabecillas para evadir la atención de la Policía. Ahora el liderazgo es natural y las mujeres están participando de él”.
Argueta explicó que, al menos en Long Island, no existen bandas exclusivas de mujeres, sino subgrupos dentro de las mismas pandillas. Estás integrantes tienen un rol, como servir de señuelos, para ganar poder.
Podría ser el caso de la temida MS-13. Laura Christina Campos, una presunta ‘marera’, llevó a su muerte en enero pasado a Julio César Gonzales-Espantzay, prometiéndole marihuana y sexo.
Según la Policía del Condado Suffolk, la mujer, de 28 años, emboscó a Gonzales-Espantzay con la intención de aumentar su estatus en la despiadada pandilla. El cuerpo del adolescente, de 19 años, fue descubierto en marzo en una reserva de Massapequa.
La Uniformada dijo que la acusada condujo su automóvil con la víctima a bordo hasta el lugar, en donde el joven fue masacrado por los pandilleros Carlos Portillo y Kevin Granados-Coreas.
“Pensaron que (la víctima) estaba asociado con un grupo rival, lo que no era cierto, pero luego básicamente se convirtió en un peón para que alguien más ganara estatus”, explicó el detective teniente Stephen Fitzpatrick, del escuadrón de homicidios.
Víctimas de la violencia más cruda
Argueta dijo que la mayoría de las pandilleras han sufrido “violencia inimaginable”, la cual inicia en sus hogares o países de origen y se agrava al integrarse a las pandillas de nuestra área. El catedrático y activista mencionó el caso de una joven centroamericana violada por miembros de la ‘mara’, por lo que huyó a Long Island para salvar su vida tras constantes amenazas; sin embargo, allí encontró miembros de la misma pandilla que lograron identificarla.
“Ella tuvo que asociarse a una pandilla rival para defenderse y sentirse protegida, aunque al mismo tiempo fue obligada a participar en actos violentos”, comentó Argueta. “Estas jóvenes son violentadas constantemente a pesar de tener cierto estatus en la pandilla”.
Otros hallazgos de la doctora Paterson:
- La proporción de pandilleras varía según la fuente de la información. En las estadísticas de aplicación de la ley, las mujeres representan menos del 10% de las poblaciones de miembros de pandillas en la nación. Pero según estudios independientes establecen que las mujeres constituyen entre el 25% y el 50% de las poblaciones.
- Aunque los datos de tendencia no son consistentes, existen pruebas de que estas estadísticas se han mantenido relativamente estables a lo largo del tiempo. Por ejemplo, estudios en los años 50 y 60 documentaron que las pandilleras representaban alrededor del 25% de las poblaciones, pero la atención mediática y policial aumentó en los últimos años, contribuyendo a la percepción de que la participación de las mujeres aumentó con el tiempo.
- Las mujeres generalmente se unen a las pandillas a los 11 años o incluso más jóvenes. La mayor prevalencia de pandillas se encuentra entre las jóvenes de 14 años, y algunas se unen a edades más avanzadas, entre 15 y 18 años.