Alimentos ricos en yodo, mineral necesario para la tiroides

El yodo es un mineral que el cuerpo necesita para producir hormonas tiroideas. Las personas pueden obtener yodo mediante el consumo de una variedad de alimentos.

Los Institutos Nacionales de Salud explica que las hormonas tiroideas controlan el metabolismo del cuerpo y muchas otras funciones importantes. El cuerpo también necesita las hormonas tiroideas para el desarrollo apropiado de los huesos y el cerebro durante el embarazo y la infancia.

El yodo se encuentra de manera natural en algunos alimentos y también se agrega a la sal “yodada” o “con yodo”, por ello la Organización Mundial de la Salud recomienda que la sal que se consuma sea yodada.

Alimentos naturalmente ricos en yodo

Las algas marinas son una de las mejores fuentes alimenticias de yodo. Dos cucharadas de alga nori seca en copos (5 g) aportan 116 mcg de yodo, 77% de la ingesta diaria recomendada.

Bacalao al horno. En 3 onzas hay 158 mcg de yodo, 106% de la ingesta diaria recomendada.
Ostras cocidas: En 3 onzas hay 93 mcg de yodo, 62% de la ingesta diaria recomendada.

Yogur griego natural. En ¾ de taza de este producto lácteo hay 87 mcg de yodo, 58% de la ingesta diaria recomendada.

Leche sin grasa. En 1 taza de leche hay 85 mcg de yodo, 57% de la ingesta diaria recomendada.
Palitos de pescado. En 3 onzas de palitos de pescado cocidos hay 58 mcg de yodo, 39% de la ingesta diaria recomendada.

Huevo duro. En una pieza grande hay 26 mcg de yodo, 17% de la ingesta diaria recomendada.
“Es importante que todos obtengan suficiente yodo, en especial, los bebés y las mujeres embarazadas”, comparten los NIH.

La cantidad diaria recomendada de yodo es de aproximadamente 150 mcg para hombres y mujeres adultos; de 220 mcg para mujeres embarazadas; y de 290 para las mujeres lactantes.

No consumir suficiente yodo puede provocar que el cuerpo no produzca la cantidad suficiente de la hormona tiroidea. En las embarazadas, la deficiencia grave de yodo puede provocar daños permanentes al feto al causar retrasos en el crecimiento y discapacidad intelectual.

Una deficiencia menos grave de yodo puede provocar en bebés y niños un coeficiente intelectual menor al normal; en los adultos puede reducir la capacidad para trabajar y pensar con claridad.

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