“Si no nos sacan de ‘Floyd Bennett’ vamos a ser comida pa’l tigre”
El Diario habla con migrantes albergados en las carpas de emergencia del campo Floyd Bennett
Es de día, pero la luz de la tarde parece haberse ido a dormir desde muy temprano. Los números de un rústico y enorme reloj puesto en la muñeca de una jovencita que espera el autobus con sus dos hijitos, no riman con el horario que cuenta el cielo. Hace tanto frío que los niños juntan sus manitas y las soplan para calentarse. La impaciencia es evidente, y en menos de lo que canta un gallo, la fila de pasajeros del bus Q35, afuera de la estación del metro Flatbush Avenue y Brooklyn College, se alarga como la cola de un ratón. La mayoría de los viajeros son latinos: son mujeres, son niños y son adolescentes. Son migrantes. Varios llevan carritos con cositas, juguetitos y ropita. Viven en ‘Floyd Bennett’, la base federal al sur de Brooklyn, donde se levantó un albergue de emergencia para recién llegados en octubre de 2023.
“¡Ahí viene el bus, mamá¡, ¡ahí viene el bus!”, dice con una enorme sonrisa y evidente emoción el más chiquito de los niños. Por su acento, se nota que es venezolano. El Q35, la línea que se ha convertido en su transporte, desde que llegaron a comienzos de año a Nueva York, estaciona. Uno a uno van subiendo los pasajeros, y cuando todos embarcan, empieza el largo recorrido.
“Vivimos en las carpas de ‘Floyd Bennett’. Allí, al final del mundo”, cuenta una madre, quien en los más de 25 minutos que dura el trayecto desde la última parada de los trenes 2 y 5, en Brooklyn, hasta su “hogar, lejos de su hogar”, narra detalles de lo que ha sido su vida desde diciembre del año pasado. Tuvieron que escapar de la ciudad de Barquisimeto, en Venezuela, tras amenzas de miembros de la banda criminal El Tren de Aragua, y “echaron vuelo”. Dejaron todo, pasaron más de un mes por la Selva del Darién y varios países para llegar a Nueva York, la ciudad que más de 220,000 inmigrantes han visto en los últimos dos años como “la Tierra prometida”. La “Tierra prometida” donde han sido “manzana de la discordia”.
Y es que la ola masiva de migrantes le ha costado a la administración municipal más de $6,400 millones de dólares y ha dividido posturas entre neoyorquinos: unos les han dado la bienvenida a los recién llegados, con los brazos abiertos; otros, abiertamente le han pelado los dientes. Los más radicales incluso han hecho eco de una retórica anti-inmigrante, intentando meter en la misma bolsa a todos los migrantes y solicitantes de asilo, por actos violentos de un reducido porcentaje. Los pintan como delincuentes.
Pero hoy la preocupación de los más de 2,000 migrantes que viven en ‘Floyd Bennett’, todos ellos familias con niños, no es solo ser señalados por quienes se oponen a que la Ciudad les dé la mano, o incluso ser tachados de “malandros”. El miedo es terminar siendo de los primeros migrantes con los que el próximo gobierno de Donald Trump comience el plan que el propio presidente ha descrito como “la deportación masiva más grande que jamás se haya visto en Estados Unidos”.
El nerviosismo entre los residentes de la antigua base naval y aérea es tan real como el frío intenso que allí hace. La angustia ha ido creciendo con el paso de los días. Y el 20 de enero, cuando el mandatario republicano asuma las riendas de la Casa Blanca, se vislumbra como “la hora cero” para que comience lo que la migrante Celia Martínez, jugando con títulos de películas, describe como “la versión más horrible de los Juegos del Hambre”. Teme, incluso, que inmigrantes la emprendan más contra inmigrantes también, con persecución y ataques. La única esperanza, según recalca, es que la Ciudad adopte medidas prontas y evite que ‘Floyd Bennett’ pueda saltar a los titulares como el terreno de “crónica de una redada anunciada”.
“Vivir en estas carpas ha sido muy duro, principalmente por el frío, la falta de baños, los catres tan indignos y la incomodidad. Pero desde que ganó Trump, eso es nada. Ahora estamos aterrorizados. Es terror lo que sentimos, porque sabemos que ‘Floyd Bennett’ es propiedad federal y Trump puede venir a hacer lo que quiera desde el primer día”, dice la venezolana, solicitante de asilo. La madre implora al alcalde, Eric Adams que cierre el refugio de inmediato y reubique en otros albergues a quienes viven allí. Algunos ya presentaron sus solicitudes de asilo, otros no cuentan con apoyo legal, y buena parte ni siquiera ha recibido un permiso de trabajo.
“Todos los que vivimos acá, más de 600 familias, estamos en estado de angustia. Nos aterra que el mismo día en que Trump se posesione, hagan una redada masiva aquí y nos deporten a todos, o nos separen de los niños. Ni siquiera podemos dormir”, agrega la migrante. “A muchos les parecerá exagerado, pero es como cuando a uno de niño le cantaban la canción del ‘Coco‘: ‘duérmete, niño duérmete ya, que si no, viene el Coco y te llevará’. Asimismo se siente esto. Es terror puro y angustia. Si el Alcalde no cierra esto, nos va a llevar ‘el Coco‘ o vamos a terminar escapando a la calle”.
El autobus Q35 sigue su ruta. De pronto, una voz en inglés anuncia que la próxima parada es “Ryan Visitor Center”. Como si fuera la terminal principal de un autobus intermunicipal, pero en medio de la nada, bien lejos de la nada, allí se baja la mayoría de los pasajeros.
El termómetro ya está en modo “congelamiento”. Los residentes de ‘Floyd Bennett’ cruzan la amplia vía e intentan acelerar el paso para llegar a “casa”: las cuatro enormes carpas, estilo militar, con habitaciones improvisadas, escasos baños y duchas y divisiones, que desde la carretera ni siquiera alcanzan a divisarse. El terreno está muy lejos, pero tras unos 15 o 20 minutos, a paso de liebre, se llega a la entrada del terreno federal, bautizado como ‘Floyd Bennett’ en honor al primer piloto que cruzó el Polo Norte, hace casi un siglo, originario de Nueva York.
Ahí, al lado de las rejas que enmarcan las carpas que forman el albergue de emergencia, estrenado dos meses antes de la Navidad del año pasado, cuando ya no había espacio “pa’ tanta gente” en refugios y hoteles de la Gran Manzana, en medio de los picos más altos del éxodo de migrantes, que empezó en la primavera del 2022, se ve a un hombre en sus 40′. Está preocupado. Está triste. Está angustiado.
Es Jehinzo González, uno de los nuevos migrantes más recientes, quien llegó a ‘Floyd Bennett’ el pasado 20 de octubre. Cuenta que en julio huyó de Venezuela, donde era activista político, empresario de negocios de refrigeración y donde tuvo una finca ganadera. En ‘Floyd Bennett’ es un residente más, quien tampoco oculta el estrés y el nerviosismo que le produce que llegue el 20 de enero. Su miedo es que pueda ser presa de acciones de ‘la migra’ y que junto a su esposa, de 35 años, su hijo adolescente, de 19, su hijita, de 9, y su niño, de 7, los manden de regreso a su país. “¡Qué nos saquen lo más pronto posible!“ de ese refugio de emergencia, es su gran clamor.
“Aquí andamos con un miedo tremendo, es un terror constante. Cada vez que uno pasa por los pasillos o cuando vamos a buscar la comida, la gente solo habla del miedo que nos da de que Trump se nos meta. En los chats que tenemos, incluso hay gente que dice que ya nos están vigilando para entrarse y hasta hay noticia falsas que nos han levantado diciendo que la migra se entró. Es horrible”, dice el padre de familia.
Y para terminar de agregar acordes destemplados a la melodía siniestra que aseguran estar viviendo, hace unos días un grupo de unos 15 “visitantes” llegó en camionetas grandes. Se plantaron a las afueras del refugio y lanzaron un concierto de ataques, captados en videos, lo que aumentó la agonía: “Váyanse de aquí ratas”, “no queremos basura”, “Trump los va a sacar”, “aquí nadie los quiere”, “ladrones, mantenidos”. El “coro” fue en español.
“Alcalde sálvenos. Solo él nos puede salvar. Sáquenos de aquí, por favor. Necesitamos que cierren este albergue y nos reubiquen en un sitio donde estemos más protegidos. No queremos que nos lleven. Andamos desesperados”, dice el venezolano, mientras tirita de frío y deja escapar un par de lágrimas poniendo en palabras el naipe de dolor que lo embarga desde que le desaparecieron a su segundo hijo en su país. Miedo que ahora lo vuelve a embargar, como un fantasma que pensaba que se había quedado en Venezuela.
“Yo era dirigente político municipal del partido Copei, opositor al gobierno de Nicolás Maduro, en el estado Miranda y recibí amenazas. Una noche en junio iba para mi casa, en Mamporal, y me interceptaron dos vehículos con hombres armados y encapuchados. Me advirtieron que si no dejaba de hacer activismo político, me iban a secuestrar o asesinar, o hacerle daño a mi familia, como pasó en el 2016 cuando me secuestraron a mi hijo, de 19 años. No apareció nunca más. Por eso nos vinimos. Huímos para salvarnos y pensábamos que aquí íbamos a sentirnos tranquilos, pero no”, comenta el padre de familia.
“Ahora no sabemos qué va a pasar con nosotros aquí. Mis niños más pequeños andan nerviosos. Me preguntan qué si nos van a separar, qué qué nos van a hacer si autoridades federales entran aquí”, comenta Jehinzo, con la mirada adolorida. “Reubíquennos, por favor. Alcalde, ponga fin a esta angustia y sea fiel a los principios de Ciudad Santuario que tiene Nueva York. Por eso nos vivimos aquí. Si no, muchos vamos a tener que salir huyendo. Qué ironía, vinimos aquí por protección y vamos a tener que huir otra vez. Pero, a dónde vamos a ir. Y con este frío, y con niños”.
Al pedido para que cierren el único refugio de emergencia actual que opera en terrenos federales en Nueva York, se sumó el colectivo de vecinos “Floyd Bennett Field Neighbors”, formado hace un año entre más de 200 residentes del área cercana donde funciona el albergue. Ellos les han tendido la mano a los recién llegados a la base naval, con ropa, orientación, apoyo y cariño.Sobretodo mucho cariño.
Líderes de ese grupo enviaron hace unos días una carta al alcalde Adams solicitando que se clausure el albergue y se reubique a los migrantes para garantizar que no sean el primer objetivo de la administración Trump. Temen también que desde el día 1, el nuevo gobierno pueda “atacar a las familias de Floyd Bennett”, sin necesidad de cooperación de las autoridades locales. “Corderos para los leones”.
Así lo advierte Ariana Hellerman, miembro del Comité Coordinador del grupo de vecinos, quien recalca que “es fácil imaginar a Trump enviando guardias armados para desalojar y arrestar violentamente a padres e hijos o convirtiendo el refugio en un centro de detención masiva”, por ser “Floyd Bennett” una propiedad federal.
El eventual escenario aumenta, según agrega Hellerman, porque la administración Adams aún no se ha comprometido con ningún plan para cerrar “Floyd Bennett. Por el contrario, la Ciudad ha señalado públicamente su deseo de trabajar con la administración Trump. Además, las familias que se encuentran en el refugio tienen prohibido trasladarse a otros albergues y no tienen opciones, a menos que el Alcalde cambie la política de la Ciudad para permitir que los residentes se muden a otro lugar.
“Desde el mismo 20 de enero la administración Trump puede entrar y hacer cualquier cosa que quiera en Floyd Bennett. Y aunque muchos de los residentes son solicitantes de asilo, amparados por la ley para permanecer aquí, en la pasada Presidencia de Trump vimos que él hizo cosas que eran ilegales, como cuando impuso el veto de ingreso a musulmanes. Creémos que puede volver a hacer esas cosas antes de que un juez diga si son acciones legales o no. Tenemos miedo”, asegura la defensora de los recién llegados.
La preocupada vecina va más allá y dice que un “golpe grande” contra migrantes en una ciudad Santuario como Nueva York, podría ser una de las primeras acciones de la nueva administración. Una escena perfecta para mostrar al mundo.
“Sabemos que Trump ama salir en la prensa y no dudamos que quiera que pase algo aquí en Nueva York con migrantes recién llegados para poder mostrar que tiene el poder para hacer deportaciones masivas”, comenta la defensora “También tememos que con la infraestructura de las carpas ya armada, sea posible que la administración Trump pueda crear allí un centro de detención de inmigrantes. Ese terror es innecesario. Quienes viven allí actualmente son personas buenas buscando una vida mejor y como Ciudad Santuario debemos estar en solidaridad con ellos. Y como líder, el alcalde Adams debe clausurar ese lugar ya mismo”.
Hellerman también advirtió que las acciones que el mandatario local tome sobre las carpas de “Floyd Bennett”, no solo impactarán la vida de las familias de migrantes albergadas allí, sino que tendrán efectos políticos en la búsqueda del Alcalde por la reelección.
“Estamos en una ciudad más o menos liberal, con muchos demócratas, y cada vez vemos que el Alcalde no es realmente un demócrata, menos ahora que dice que va a trabajar con la administración Trump. Y si no cierra Floyd Bennett y hay una redada masiva allí, y si no defiende a los migrantes, su reelección estaría en riesgo”, vaticina la líder comunitaria. “En ese escenario, él debería tener miedo de no conseguir su reelección, porque sus conexiones con Trump, aunque están motivadas por intereses egoístas, porque quiere usar a Trump a su favor para no ser acusado, lo está haciendo a costa de miles de migrantes que sufren, y eso, esta ciudad no se lo perdonaría“.
Johan, otro residente de “Floyd Bennett Field Neighbors”, quien este 8 de diciembre cumple un año desde que llegó a ese albergue de emergencia, junto a su esposa y sus dos hijos, de 10 y 12 años, procedentes de Margarita, en Venezuela, tiene el mismo sentir. El joven advierte que los migrantes allí se sienten como ovejas puestas a la mano para alimentar a depredadores.
“Si no nos sacan de ‘Floyd Bennett’ vamos a ser comida fácil pa’l tigre. Así de simple. El Alcalde tiene que escuchar lo que estamos advirtiendo. Dejarnos aquí es dejarle la comida puesta al tigre”, dice el padre de familia. “No hay que ser un genio pa’ saber que Trump pa’ ca es que va. Esto aquí está facilito pa’ hacer una redada grandísima, sin mucho esfuerzo. Y por ser terreno federal puede agarrarnos a todos, sin respetar si la gente tiene o no procesos. Y nos manda pa’ fuera”.
Susie Jaramillo, otra de las voluntarias que le ha ofrecido ayuda a los migrantes de las carpas de emergencia, asegura que el futuro de las familias que viven allí está “literalmente en manos del alcalde Adams”. La vecina de Floyd Bennet, no solo pide desmantelar el albergue, antes del 12 de diciembre, para que haya el tiempo suficiente para reubicar a todos, como lo ordenan los protocolos municipales, sino para evitar que el sitio ya armado, eventualmente sea usado por el gobierno federal como un centro de detención en pleno corazón de Nueva York. Al mismo tiempo urgió a que no se le viole a nadie el debido proceso, consagrado en la ley.
“Todo depende de la posición que decida tomar el Alcalde. Si decide tomar una posición de liderazgo y proteger a las familias o ignorar sus derechos y no respetar el debido proceso. Adams tiene el poder de cerrar Floyd Bennett antes de que entre la nueva administración, que claramente tiene una agenda anti-inmigrante. Hay capacidad en otros sitios porque hay menos personas viniendo, hay más espacio”, dijo la líder vecinal.
“No estamos pidiendo mucho, solo que respetemos nuestra historia de Ciudad Santuario y respetemos el debido proceso de la gente. Hay que prevenir cualquier eventual acción masiva allí, y lo mejor sería que el Alcalde anuncie el cierre de estas carpas, y los ponga en albergues seguros. Y que se les respete el debido proceso, que es lo único que garantiza verdaderas protecciones. Y que quienes cometan crímenes y sean juzgados, no estén aquí, pero no que se deporte a cualquiera, solo por tener cargos. Ese es el filtro real“, agrega Jaramillo.
La Administración Municipal no ha tomado hasta ahora ninguna decisión sobre el futuro de ‘Floyd Bennett’, y aunque las voces de angustia que piden que se cierre el albergue, porque puede haber una eventual redada, van “en crescendo“, el Alcalde Adams asegura que por ahora “son especulaciones”. Esta semana se reunirá con el Zar de la Frontera, Tom Homan, la autoridad de asuntos de inmigración nombrada por Trump.
“Hicimos varios planes de escenarios. Una vez que me siente con el Zar de la Frontera para obtener una comprensión completa (del tema, sabré qué hacer). No quiero especular sobre cuáles son los próximos pasos“, dijo Adams en una conferencia de prensa, donde fue interrogado sobre el cierre de sitios como ‘Floyd Bennett’.
Asimismo, una vocera de la Alcaldía, sin referirse específicamente a Floyd Bennett y los temores de los residentes, de ser “presa fáci” de Trump, mencionó que gracias a los esfuerzos de reasentamiento de migrantes, la gestión intensiva de casos y el Centro de ayuda para solicitudes de asilo, más de 169,000 migrantes han abandonado el sistema de refugios, lo que ha llevado a que más albergues de emergencia estén planificados para cerrarse.
“Seguimos examinando de cerca todos nuestros refugios y tomaremos todas las decisiones en función de lo que sea mejor para nuestra Ciudad y las personas a nuestro cuidado”, aseveró la vocera municipal. “Hemos cerrado 11 refugios de emergencia de la Ciudad de Nueva York este mes, todos nuestros refugios de emergencia del norte del estado cerrarán en diciembre y nuestro refugio de Randall’s Island está programado para cerrar en febrero”.
Mientras tanto, pasajeros del Q35, como Evelyn, que jalan el cordón de parada cuando el autobus llega a la entrada del terreno federal de Brooklyn, siguen “cruzando los dedos” y “rezándole a todos los santos”. Su plegaria es que antes del 20 de enero, “se baje el telón” en Floyd Bennett, y “qué nadie caiga en las garras del tigre”.
Nota del Editor: El Diario visitó este refugio poco antes de que el Alcalde, Eric Adams, anunciara el cierre del mismo.