Fructosa vs glucosa: cómo cada una afecta al cuerpo y propician la obesidad

Los efectos sobre la salud y el peso corporal asociados con el consumo de fructosa y la glucosa, son objeto de numerosas comparaciones hoy en día. Si bien cualquier exceso en azúcar es malo, de acuerdo con expertos la fructosa es la peor alternativa ya que promueve activamente la obesidad, incrementa el perfil lipídico y el riesgo de síndrome metabólico

Alimentos ultraprocesados

Los alimentos ultraprocesados se destacan por un alto contenido en sal, grasas saturadas, azúcares y conservadores, que daña significativamente la salud cardiovascular. Incrementan el riesgo de hipertensión y diversos accidentes cardiovasculares.  Crédito: Shutterstock

Actualmente uno de los temas más candentes en los campos de nutrición y salud, es el consumo de azúcar. A estas alturas todos somos conscientes sobre los devastadores efectos relacionados con una ingesta excesiva de azúcar y alimentos procesados, es uno de los principales detonantes de diversas enfermedades crónicas. Lo cierto es que no todos los tipos de azúcar son iguales, hoy en día una de las comparaciones más recurrentes gira entorno a la fructosa y glucosa. Lo cual ha despertado numerosos cuestionamientos sobre sus efectos en la salud, sobre todo en el peso corporal ya que es un hábito que se asocia directamente con la obesidad. 

Las diferencias entre la glucosa y la fructosa:

Es un hecho que existen diversas diferencias estructurales entre la glucosa y fructosa, las cuales hacen que sus rutas metabólicas difieran entre sí. Estos aspectos hacen que su impacto sobre el organismo también sea diferente, por supuesto uno de los cuestionamientos más relevantes se enfoca en sus efectos sobre el peso corporal. 

La fructosa es el azúcar con mayor poder edulcorante. Paradójicamente, su capacidad para elevar la glucosa de la sangre es muy inferior a la de la glucosa. De hecho, su índice glucémico está clasificado como bajo. A diferencia de la glucosa, es fácil encontrarla de forma libre para su uso doméstico y actualmente es el endulcorante más utilizado en la industria alimentaria por su bajo costo y su máximo dulzor.

La fructosa se popularizó como endulcorante en 1960 como consecuencia de su bajo costo, a la par salieron a la luz algunas investigaciones que además comprobaban su bajo índice glucémico. En los alimentos naturales la encontramos fundamentalmente en la fruta, sin embargo las cosas cambian cuando se integra en alimentos altamente procesados.

Mientras que la glucosa, es el más simple de los carbohidratos, lo que lo hace un monosacárido. Esto significa que tiene un azúcar. Junto con la grasa, la glucosa es una de las fuentes de combustible preferidas del cuerpo en forma de carbohidratos. Es un tipo de azúcar que los humanos obtienen a través del consumo de productos como las frutas, vegetales, el pan y los lácteos. Aunque la glucosa es una fuente indispensable de energía, es mejor consumirla de manera moderada. Es importante mencionar que los niveles alterados y fuera de rango, se asocian con efectos permanentes y graves para la salud.

¿Cómo se procesan en el organismo?

La glucosa llega a todas las células del organismo a través de transportadores específicos (destacando, GLUT2, GLUT3 y GLUT4). Esto quiere decir que todas las células del organismo utilizan la glucosa como combustible energético principal. Sin embargo, la fructosa utiliza transportadores GLUT5 y únicamente puede formar glucógeno hepático y ácidos grasos. Es decir, sólo es absorbida por hepatocitos y adipocitos. Esto se traduce en una menor oportunidad de uso y una mayor tendencia a la acumulación de grasa corporal.

Existen otros aspectos entre cada uno que vale la pena mencionar, los cuales están enfocados directamente con sus probabilidades de aumentar el riesgo de obesidad. La primer referencia es un estudio publicado en 2019, en el cual se demostró que el consumo de glucosa aumenta el apetito ¿La razón? Su capacidad para estimular la producción de picos de insulina y la consecuente retirada de la glucosa de la sangre. Por lo tanto: el descenso de la glucemia el responsable del aumento de apetito.

Otra de las principales diferencias es el control metabólico de cada uno. La ruta metabólica de la fructosa esta menos controlada que la de la glucosa, ya que viaja desde el intestino hacia el hígado para su metabolismo. Además, la fructosa no puede ser acumulada en forma de glucógeno muscular ni utilizada por células diferentes de adipocitos y hepatocitos. Esto, junto a su facilidad para entrar en el interior celular, se traduce en una rápida activación de la lipogénesis (formación de grasa corporal).

La fructosa reduce la oxidación de ácidos grasos y aumenta la síntesis de lípidos en el hígado. Po lo tanto su excesivo consumo a través de alimentos calóricos y ultraprocesados, se relaciona con afecciones como la sobrecarga hepática e hígado graso. Lo cierto es que actualmente el consumo de procesados ha aumentado, de tal manera que no resulta difícil entender los efectos de la fructosa en la salud y peso de la sociedad. De hecho, el excesivo consumo de alimentos industriales ricos en fructosa parece todavía más sencillo si pensamos que muchas personas han optado por su consumo como edulcorante por su menor índice glucémico.

Se cuenta con referencias interesantes al respecto, las cuales demuestran que la fructosa como una mala alternativa. Un reciente estudio chino, sobre las consecuencias relacionadas con el consumo de fructosa (un tipo de endulcorante), que puede conducir a una variedad de complicaciones de salud. Comprobó que un excesivo consumo es causa directa de acumulación de grasa abdominal e incrementa activamente el riesgo de obesidad.

¿Cuál es mejor?

Todos queremos tomar las mejores decisiones para nuestra salud. Con base en los comentarios y sustentos anteriores y a pesar de que el consumo de glucosa aumenta el apetito, los estudios encuentran que la fructosa es probablemente el carbohidrato con mayor capacidad obesogénica. Inclusive estudios médicos la asocian con el temido “síndrome metabólico“, un conjunto de trastornos que aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, exceso de grasa abdominal, hipertensión arterial alta, derrame cerebral y diabetes. Además, el consumo de fructosa se ha relacionado con resistencia a la insulina, peor perfil lipídico y respuesta cardiovascular inadecuada.

Por lo tanto pese al bajo índice glucémico que presenta la fructosa, es importante decir que su consumo se relaciona con una larga lista de efectos negativos que terminan en más obesidad, diabetes, patología hepática y todas las alteraciones adicionales de salud que estas condiciones llevan consigo. La recomendación es evitar el consumo de fructosa libre, entre los que se encuentran la mayoría de los alimentos procesados los cuales son altamente calóricos, muy bajos en nutrientes y suelen estar repletos de azúcares, sodio, harinas, grasas y más. Cabe mencionar que la fuente del dulzor inexplicable en este tipo de productos proviene del jarabe de maíz con alto contenido en fructosa. Sin lugar a dudas una razón contundente para abandonar el consumo de alimentos procesados y apostar por seguir una dieta natural, colorida e integral.

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